jueves, 17 de mayo de 2012

No te pido que me quieras, te exijo que me respetes


Soplan vientos de cambio. Venezuela pese a tener un gobierno autodenominado de izquierda y progresista, no ha sabido ir al ritmo de los procesos de cambio sociales que se están viviendo en la región en el contexto de los Derechos Humanos de de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex (LGBTI), sin embargo, son los movimientos sociales los que están motorizando unos tímidos progresos que vemos de forma optimista.
Desde 2004 se celebra el 17 de mayo como el Día Internacional Contra la Homofobia, pues para esa fecha, en 1990, se sacaría la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Ahora la lucha es hacia la despatologización de la transexualidad.
Ciertamente, Venezuela no tiene ninguna legislación que tipifique como delito las relaciones sexo afectivas consensuadas entre adultos del mismo sexo, sin embargo es evidente que la homofobia no necesariamente tiene que venir del Estado para causar daños; observamos cómo de forma muy desafortunada las iglesias y los grupos conservadores siguen generando -de forma sutil o explícita- un discurso de odio que se ensaña contra todo aquél que no sea heterosexual y que estimula la respuesta con diferentes formas de violencia de otros grupos o individuos de la sociedad.
 Sacerdotes, pastores y otros “líderes” religiosos difieren en muchos aspectos de sus creencias, sin embargo coinciden y forman equipos muy convenientes cuando se trata de lanzar discursos de odio y discriminación contra las personas LGBTI, incluso, influyendo directamente en la toma de decisiones por parte de entes gubernamentales y fomentando la discriminación y la represión por parte de los órganos de la fuerza pública.
Entramos en otro punto oscuro y lamentable de nuestra realidad; el Estado, pese a que nuestra Carta Magna establece el carácter laico del mismo, desde los niveles locales, regionales y nacionales se observa claramente cómo se dejan influenciar por las líneas establecidas, en este caso, por iglesias y cultos de la cristiandad. Es lamentable cuando esto se manifiesta bajo el cliché de “moral y buenas costumbres”, y ante un buen argumento aluden que nuestra sociedad no está preparada para algún tipo de cambio que favorezca a gays, lesbianas, bisexuales, trans e intersexuales. Cabe preguntarse ¿está alguna sociedad preparada para este tipo de cambios? O ¿es necesario generar una matriz de opinión, estimular a que se hable del tema y generar cambios legislativos trabajados en función de los compromisos internacionales adquiridos por la nación?
Otro factor profundamente indignante que contribuye a la discriminación y el estigma hacia las personas LGBTI viene de los medios televisivos nacionales y regionales. Como si el tiempo no hubiese pasado, la televisión venezolana sigue apostando a los caricaturescos personajes homosexuales que carecen completamente de seriedad y se escapan de la realidad. En la sociedad venezolana, al igual que en el resto del mundo, hay homosexuales en puestos políticos, religiosos, en órganos de la fuerza pública, en todos los ámbitos de la economía y con múltiples responsabilidades que mueven este país, sin embargo la televisión venezolana, a través de programas cómicos y de variedades insisten tercamente en promover los estereotipos indignantes que de forma sublime dicen al público “de los homosexuales hay que reírse”. Situación muy diferente vemos en otros países de América Latina, incluyendo países como México y Colombia con tradiciones culturales y religiosas más acentuadas que las nuestras y que han logrado incluso legislaciones que reconocen los derechos igualitarios de parejas del mismo sexo. Brasil, Argentina, Chile y hasta Cuba han logrado avances significativos pero, ¿por qué nosotros no?
En este punto siempre habrá diversas  y respetables opiniones y no faltará quien diga “en la IV república era peor”, sin embargo no se trata de mirar al pasado sino de analizar el proceso histórico que se está viviendo.
Estamos en una lucha global reivindicativa que se asemeja a los grandes procesos sociales contra la esclavitud, el racismo y a favor de la equidad de derechos entre mujeres y hombres; faltará que seamos capaces de identificar la naturaleza de este momento histórico y de trabajar desde una visión mucho más amplia que la polarización política que vive nuestro país.
Si la sociedad venezolana ve con buenos ojos o no el reconocimiento de derechos igualitarios hacia el colectivo sexodiverso es harina de otro costal, sin embargo cuando hablamos de Derechos Humanos no se trata de mendigar cariño o pedir limosnas sino de exigir por todas las vías posibles que permitan la Constitución y las leyes la la consecución de estos derechos. Es de suma importancia también que el colectivo sexodiverso dé el ejemplo de respeto y no fortalezca una imagen negativa del sector, porque la homofobia también es internalizada y al aflorar conflictos y diferencias que no se trabajen sobre la base del respeto y la tolerancia se puede hacer mucho más daño internamente del que se puede recibir de agentes externos.
La mayoría de los movimientos sociales sexodiversos de Venezuela desafortunadamente no actúan desde la pluralidad y la neutralidad; en algunos casos más tristes figuran como brazo de un partido político, perdiendo toda capacidad de disentir y actuar contrario a los lineamientos partidistas; esta situación genera divisiones internas y exclusiones que debemos ser capaces de identificar y superar.
Pero planteada toda esta realidad ¿a qué nos referíamos al principio con vientos de cambio? Es innegable que los procesos sociales están motivando, por no decir obligando, la reestructuración de la manera de ver la política en Venezuela. Con optimismo vemos cómo las líneas partidistas afectas al proceso liderado por Hugo Chávez  están motorizando la representación LGBTI en diferentes espacios y cómo se observa el mismo proceso desde los partidos de oposición; pero estas nuevas direcciones no son gratuitas, son el producto de una reacción natural de nuestra sociedad que exige, desde la base, el reconocimiento de deberes y derechos, que grita a viva voz “no te pido que me quieras, te exijo que me respetes”.

Por: Johan León Reyes
Director General
Acción Zuliana por la Vida






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